España adoptó medidas liberalizadoras en el mercado de carburantes y combustibles, siguiendo en este sentido las prescripciones de la Unión Europea. Si a este elemento le añadimos el impacto de la crisis sobre las economías domésticas, considerando que el consumo de combustible resulta un gasto inevitable, tenemos la explicación al aumento exponencial del uso de gasolinas low cost, que pueden suponer un ahorro medio de unos cinco o seis céntimos por litro de carburante.
Pero la gran pregunta que ha estado siempre flotando desde que surgió el fenómeno es si este consumo de gasolina low cost resulta seguro, o bien aún en el caso de que así sea, si a cambio de un precio más barato no nos estarán sirviendo un carburante que, sin ser nocivo para nuestro vehículo, no nos ofrezca las mismas prestaciones, impidiendonos recorrer los mismos kilómetros que con una gasolina que no sea low cost y condenándonos a retornar antes a los surtidores de gasolina.
La primera cuestión se puede responder con un rotundo no, ya que el mercado de hidrocarburos está regulado a nivel europeo, y el combustible base que se sirve a las gasolineras es el mismo, pudiendo variar eso sí los aditivos. Pero esta diferencia afectaría a variantes como, por ejemplo, las que puede haber entre un gasoil convencional y otro ‘premium’, nunca a la calidad de base del combustible que tiene que responder a una serie de parámetros regulados por ley. Por tanto, todas esas historias que corren sobre daños a vehículos por usar gasolinas baratas entrarían dentro del ámbito de las leyendas urbanas. Aunque sí es cierto que se ha producido algún caso de servicio en alguna gasolinera de supermercado de combustible defectuoso, provocando daños en decenas de vehículos, esto tuvo un carácter accidental, pudiendo probablemente haber sucedido lo mismo en una gasolinera que no fuera low cost.
En cuanto a la segunda cuestión que planteábamos, la de si la gasolina low cost garantiza las mismas prestaciones en cuanto a funcionamiento del vehículo y kilómetros que podemos recorrer sin repostar, tenemos que responder que sí, según comparativas realizadas entre gasolineras low cost y convencionales sobre muestras de laboratorio de los combustibles servidos por ambas. Aunque en la regla puede haber alguna excepción, considerando la regulación existente, se situaría como un hecho marginal y posiblemente al filo de la ilegalidad.
La principal diferencia entre usar un tipo de gasolina u otra estriba en el servicio, ya que muchas de estas gasolineras low cost son conocidas como ‘ fantasmas’ , dado que para ahorrar costes no tienen personal, debiendo efectuar el pago con tarjeta de manera obligatoria, lo que puede ser problemático si hay algún problema. O bien, aunque esquivemos la posibilidad de este incidente, por ejemplo, en la gasolinera de un supermercado, tengamos que afrontar colas kilométricas ante los surtidores de gasolina, con lo que al final se tendría que sopesar de manera individual que es más importante para nosotros nuestro tiempo o nuestro dinero.